El dinero... ¿cómo se crea?

Hace mucho tiempo el hombre se dio cuenta de que ni el trueque ni el cargar consigo algún metal precioso eran modos convenientes de comerciar. Así que los ingeniosos chinos inventaron el papel moneda. Y con el tiempo otras naciones, también, optaron por la conveniencia del papel impreso, que podía cambiarse, al menos en teoría, por cierto metal precioso... generalmente oro.

El patrón oro, sin embargo, tenía un defecto inherente. Se dice que el valor total de todo el oro que se ha extraído asciende a solo unos 85.000 millones de dólares estadounidenses (usando la vieja cotización de 35 dólares/oz. de oro). Jamás habría suficiente de tal metal brillante como para mantenerse al paso del frenético aumento de la población y los negocios.

Para ilustrarlo: Después de la II Guerra Mundial, el dólar estadounidense se convirtió en la moneda del comercio internacional. Por eso, miles de millones de dólares estadounidenses llegaron a estar en manos de gobiernos extranjeros. Cierto escritor afirmó: “Ya para 1965 había más dólares en manos de bancos del extranjero que su equivalente en oro en Fort Knox”. (Las bastardillas son nuestras.) ¿Qué hubiera sucedido si todas las naciones hubiesen exigido de repente su oro? De modo que en 1971 los Estados Unidos dejaron de permitir el cambio de papel moneda por oro. Las naciones extranjeras ya no podrían redimir sus dólares por oro, aunque los Estados Unidos aún conservaron enormes reservas de oro. Para todo propósito práctico, pues, el dinero llegó a estar respaldado sólo por la buena fe del gobierno estadounidense. Eso produjo caos en el sistema monetario internacional.

Por consiguiente, el dinero vale únicamente lo que la gente piensa que vale. Mientras más dinero imprimen los gobiernos, menos valor le da la gente. Pero las prensas no son la única fuente de dinero.

Creado de la nada

“Debieras haber depositado mis dineros en plata con los banqueros —dijo un hombre en una de las parábolas de Jesús—, y al llegar yo, estaría recibiendo lo que es mío con interés” (Mateo 25:27). Hasta en tiempos bíblicos, los banqueros conocían el arte de prestar dinero a cambio de una buena ganancia, y compartir en forma de “interés” parte de esa ganancia con el depositador. Sin embargo, al hacer eso los banqueros crean ingeniosamente dinero.

Para esclarecer el asunto, suponga que usted deposita 100.000 dólares (o una cantidad parecida en la divisa del país donde vive) en un banco. Luego aparece un cliente que toma prestado 10.000 dólares para establecer un negocio nuevo. Usted tal vez calcule que si resta al depósito que usted hizo la cantidad del préstamo, el activo del banco asciende a solamente 90.000 dólares. Pero no es así como razona un banquero. En vez de dar al prestatario 10.000 dólares en dinero contante y sonante, generalmente se abona el dinero a su cuenta bancaria para que lo use poco a poco. Así que, en lugar de haber disminuido el activo del banco, los libros mayores del banco revelan que éste dispone de un total de 110.000 dólares... ¡se han creado de la nada 10.000 dólares!

El hacer malabarismos así con los números quizás le cause a usted un dolor de cabeza, pero hace sonreír al banquero. De ese modo los bancos pueden prestar más dinero del que realmente tienen. ‘Pero ¿no es eso peligroso?’, pregunta usted. Puede serlo. Sobre todo, si un banco presta dinero irreflexivamente. No obstante, es raro que todos los depositadores y los prestatarios vayan al mismo tiempo a exigir su dinero. De modo que los bancos mantienen a mano suficiente efectivo para realizar sus transacciones comerciales de día en día.

Los gobiernos, también, crean enormes cantidades de fondos sin que necesariamente pongan a funcionar sus prensas. Por ejemplo, según el libro The Money Balloon, el Banco Federal de Reserva de los Estados Unidos “pasa por una serie de partidas de contabilidad complejas y detestables... cambia números de un sitio a otro, compra y vende bonos del gobierno, concede préstamos, compra valores y accede a venderlos inmediatamente de vuelta, vende valores y accede a comprarlos de vuelta en seguida [...] pero cuando se analiza toda esa actividad, el Sistema Federal de Reserva crea dinero de la nada”.

Usted, también, pudiera crear dinero involuntariamente. La tarjeta de crédito le permite tomar prestado dinero cada vez que usted la usa. A menudo las cuentas corrientes le permiten extender cheques de una cantidad de dinero mayor que la que en realidad hay depositada. Así aumenta el suministro de dinero... y se fomenta la inflación.

Por lo tanto, el sistema monetario es como una burbuja que pudiera reventar fácilmente si la gente perdiera la confianza que tiene en el sistema. No obstante, si se crea dinero así de fácil, ¿en qué se gasta?

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