¿Ganancias aseguradas?
Hace unos días un conocido me pidió opinión acerca de un “negocio”
muy atractivo que prometía grandes ganancias con una baja inversión. Fui
explícito: para mí se trataba de una típica estafa piramidal. A decir
verdad, nuestra charla me dejó un mal sabor de boca porque, a pesar de
mi insistencia y explicaciones, creo que de cualquier manera va a
ingresar a ella. Así pasa. En los mercados financieros se sabe muy bien que son principalmente dos emociones las que los mueven: el miedo y la codicia.
En realidad, en estos esquemas se forman dos pirámides: la de incautos y la de ganancias. La primera crece de arriba hacia abajo, por lo que su base se va
haciendo cada vez más ancha conforme el número de sus miembros crece de
manera exponencial. La segunda pirámide es invertida: la mayor parte de
la ganancia se va hacia arriba y allí acumulan más conforme los incautos
van ingresando su dinero. Afiliar a otras personas es requisito
indispensable para poder cobrar.
Esa base creciente de miembros tiende a recibir menos ingresos cada
vez hasta que llegan a cero, al agotarse los nuevos afiliados. Ese momento es una certeza matemática sin importar cuánto se tarde en
llegar, pues el universo de seres humanos es limitado –y aún más el de
aquellos que está dispuesto a dejarse engañar– y la pirámide para
sostenerse necesita seguir creciendo como es imposible que lo haga.
Aun así, estas estafas tienen éxito exaltando la codicia y nublando
la razón, gracias a que sus miembros de capas superiores –que como vemos
se llevan la tajada más grande del pastel– exhiben en todo momento sus
extravagantes lujos y buena vida.
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